miércoles, 3 de febrero de 2016

En Busca de la Falda Perdida


Durante el camino de llegada a casa, los chiquitos se hicieron grandes y aprendieron a trasgredir entre vereda y vereda debían girar gigantes piedras para avanzar. Algunos terminaron con la rótula astillada, otros las uñas largas. 
La mayoría desestimaron que algunas de las piedras escondían  reglamentos  como si  jugarían a la escondida.  Me encontré con  reglamento un día  lluvioso, lo juro, había prometido darme las mejores zapatillas, era grandote y tenía mucho poder, casi como un rey, no sé bien como se dice en este siglo del platico semejante poder. Él tenía muchas leyes en el bolsillo,  me conto que las había agrupado por semejanza y me ordeno que para seguir debería  cantar la palinodia. Su voz no me había convencido y  al ver su mano izquierda note un papel rojo  y solo llegue a leer la primera frase: son unos pobres diablos casi perritos falderos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"En el momento en que la boca encuentra el pecho, encuentra y traga un primer sorbo del mundo"

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