En el principio, el televisor apagado. Su pantalla dejo en el continuar de la vida todo el
petróleo. Ahora es difícil preguntarse ¿Qué es la vida cuando humanos de tu
misma sangre piensan en lastimarte? ¿Qué
sucede después?
Las cortinas se
abren, para que entre el sol, los rayos
iluminan la habitación, nacen los
destellos y la visión algo nublada. Así eran los desayunos. Apenas nos
conocíamos, casi ninguno se podía mirar a los ojos, todos fisionomías comiendo,
cumpliendo la ley biológica de la supervivencia. En la lengua el fuego y en los
ojos el cuchillo.
Después,
durante el día, al salir de la casa, las
veredas nos separaban. Todos fieles al camino, divirtiéndose con su rayuela.
Nos hemos cruzado y nos saludamos, con la esperanza en los abrazos y los gestos
formales del saludo.
Casi ninguno se podía mirar a los ojos, uno de ellos
lo intentaba constantemente, contaba los
segundos que podía soportar y luego los
comparaba con el día siguiente. Aún no se lo que vio, pero estaba seguro que
ese era su mundo más cercano, pero no su
único mundo.
La mayoría se quedaba en la mesa, aun sin mirarse por
un segundo. Podían pasar horas así, pero uno de ellos, intentaba caminar a su
alrededor. En ese mundo cercano, descubrió las turbulencias más largas,
sentimientos, afectos que aunó lo dejan negro, como cuando se sale de un rio
contaminado de petróleo. ¡No les puedo contar! lo que sucedía cuando comían
ensalada, era como darle lechuga a un tigre.
La mayoría se alimentaron para poder
sobrevivir y en sus vivencias imaginaban distintos caminos. Solo uno de ellos,
se dio cuenta, que la imaginación
imposibilita el momento real. Él, descubrió en la acción otros sentidos. Los
otros apenas pensaron lo que comían. ¿Somos animales? ¿Cómo nos domesticaron?
¿Qué masticas?
Casi todos miramos el noticiero para empacharnos, es una
especie de postre amarillo, cuanta más sangre se ve, se llega más rápido a la
noche.
Una vez, pasada la tarde, uno de ellos empezó a preguntarse sobre ¿Qué era la verdad?
Había escuchado el mito de las cavernas de platón, pero poco le importo, porque
cuando escuchaba el nombre platón no podía dejar de imaginarse un bebe jugando
en un fuentón, con pelotitas de colores, salpicando agua por todo el piso. Exactamente
eso era la filosofía. El resto del juego, el agua salpicada. Preguntarse por la
verdad implicaba la fragilidad de la gota salpicada, expuesta a una mosca, a
una pisada. ¿A quién le interesa?.
Dime de que te quejas y te diré quién eres. Es verdad…
estamos expuesto a las ofertas mata deseo. ¿Vos que mierda miras? No hay caso,
es un mundo mayoritariamente de imbéciles, cortos de letra y lengua larga.