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Los patos vuelan, si uno pudiera ver sus caras de frente de seguro sentiría el mismo miedo.
El pasto se mueve a penas por el viento.
Una hermosa lluvia de fuego se reflejan en los ojos de
Doris, mira maravillada el espectáculo, desde la asiento de cuero rojo de su
auto clásico super esport.
La canasta con los preparativos para la cena se encontraba a la vera del ruta, de tal manera que su peso permitía que el mantel no se vuele con el pasar de autos y camiones.
Todo pareciera estar preparado, en la guantera la linterna y una lista de escritos de lo más variado, desde recetitas para hacer budines de manzana a listas de pasos a realizar previos al fin del mundo. Doris y su compañero, habían vivido tiempos de epidemias intermitentes y creían sentirse preparados para el apocalipsis.
Su fe para salir ilesos de de cualquier experiencia limite y desagradable se asemejaba a un bíceps hinchado de anabólicos del mejor fisicoculturista internacional.
El compañero de Doris vuelve a cargar la escopeta y ella le dice que es suficiente, que seguramente los disparos asustan a los transeúntes y por eso nadie había pasado.
Su compañero no la oía, el saltaba de una lado a otro, con la escopeta en la mano y disparaba de vez en vez como casando moscas, de esa forma se había comportado todo el día.
Doris se sentía abandona, pero su mayor mordedura de lengua, era la canasta sobre el mantel, al no pasar autos, se había convertido en un mecanismo de prevención inútil y eso la irritaba. Sentía que supo hacer algo valioso con la angustia que podría suscitarse si perdía el mantel de su madre. Desde que falleció que lo lleva con ella, inclusive para hacer las compras de víveres y remedios para el dolor de huesos.
Doris no padecía ni el más mínimo dolor de huesos, pero los compraba igual, sentía que en cada compra volvía a abrazarla. Su madre los consumía de amontones, algunos creen que eso fue lo que le quito la vida, otros dicen que salía de la farmacia corriendo a picar el medicamento con un cuchillo y aspirarlo como si fuera cocaína pero como siempre sucede, eran fabulas inventadas por las personas que no usa cinturón de seguridad.
Su compañero, saltando los pastizales le grita a Doris que entre al auto y guarda la escopeta en el maletero y lo cierra apurado, de la misma forma se sube al auto, lo pone en marcha y acelera a toda velocidad. Como en una película se reflejaba el calor sobre el asfalto y a lo lejos el auto empezaba a desaparecer de los ojos de Doris. No había subido tan rápido como su compañero, cuando se dio vuelta, era demasiado tarde… Había ido en busca del mantel.
Pensó que se prenderían las luces traseras que indican que el conductor oprimió el freno, pero no sucedió.
6 comentarios:
En alguna parte del relato anterior se escapo una reflexión de Doris que es mas esclarecedora:
-Le había dado el poder para que detenga mi vida
No esta. Estaba, ahora lo escucho respirar y lo veo en blanco y negro. Estará
elegir una identidad cuando uno lo único que quiere es meterse en una foto.
mal parto pero no soy un robot
Me ha encantado tu relato Matías, un placer leerte.
Gracias por visitar mi blog.
Besos.
No hay persona que esté totalmente desprovista de conocimientos. Tampoco hay personas que sólo posean algún tipo particular de conocimiento. En la sociedad de la información actual nos manejamos con múltiples tipos de saberes provenientes de diferentes fuentes.
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