De vez en vez el agua se filtra en la tinta, en su génesis y la transforma. En este caso excita a editar. Por esta razón algunas entradas cambiaran su forma, su nudo o desenlace, van siendo nuevas y otras estáticas como ojos de estatuas.
jueves, 15 de abril de 2021
Cordero de dios que quitas el pecado del mundo
La vida humana es insegura e incierta y esta inseguridad se debe al intento de seguridad
pero la salvación y la cordura es reconocer que no tenemos modo de salvarnos.
16 comentarios:
Anónimo
dijo...
Según todas las apariencias externas, la vida es una chispa luminosa entre dos oscuridades eternas. Tampoco el intervalo entre esas dos noches es un día sin nubarrones, pues cuanto más capaces somos de experimentar placer, tanto más vulnerables somos al dolor y, ya sea en segundo término o en primer plano, el dolor siempre nos acompaña. Nos hemos convencido de que la existencia vale la pena por la creencia de que hay algo más que las apariencias externas, que vivimos para un futuro más allá de la vida presente, puesto que el aspecto exterior no parece tener sentido. Si vivir es acabar con dolor, falta de integridad y el regreso a la nada, parece una experiencia cruel y fútil para unos seres que han nacido con la capacidad de razonar, abrigar esperanzas, crear y amar. El hombre, ser juicioso, quiere que su vida tenga sentido, y le cuesta trabajo creer que lo tiene a menos que exista un orden eterno y una vida eterna tras la experiencia incierta y momentánea de la vida mortal.
Si vivir es acabar con dolor, falta de integridad y el regreso a la nada, parece una experiencia cruel y fútil para unos seres que han nacido con la capacidad de razonar, abrigar esperanzas, crear y amar.
En los últimos cien años se han perdido numerosas tradiciones que estuvieron en vigor durante mucho tiempo: tradiciones de vida familiar y social, de gobierno, del orden económico y de creencias religiosas. A medida que transcurren los años, parece que cada vez hay menos rocas a las que podamos agarrarnos, menos cosas que podamos considerar como absolutamente correctas y ciertas, fijadas para siempre.
Los seres humanos parecen ser felices sólo mientras tengan un futuro a la vista, ya sea el bienestar de mañana mismo o una vida eterna más allá de la tumba. Por otro lado, el futuro de bienestar inmediato tiene la desventaja de que cuando llegue ese mañana, es difícil disfrutarlo plena mente sin alguna promesa de que habrá más. Si la felicidad siempre depende de algo que esperamos en el futuro, estamos persiguiendo una quimera que siempre nos esquiva
En realidad, nuestra época no es más insegura que cualquier otra. La pobreza, la enfermedad, la guerra, el cambio y la muerte no son nada nuevo. En los mejores tiempos, la «seguridad» nunca ha sido más que temporal y aparente, pero fue posible hacer que la inseguridad de la vida humana resultara soportable por la creencia en las cosas inmutables más allá del alcance de la calamidad.., en Dios, en el alma inmortal y en el gobierno del universo por unas leyes justas y eternas.
La decadencia de la creencia se ha producido por medio de la duda sincera, la reflexión meticulosa e intrépida de hombres muy inteligentes, científicos y filósofos. Impulsados por el fervor y la reverencia de los hechos, han tratado de ver, comprender y enfrentarse a la vida como es realmente, sin hacerse ilusiones. Sin embargo, a pesar de cuanto han hecho por mejorar las condiciones de vida, su representación del universo parece dejar al individuo sin una esperanza definitiva. El precio de sus milagros en este mundo ha sido la desaparición del otro mundo
Los resultados inmediatos de esta honestidad han sido profundamente inquietantes y deprimentes, pues el hombre parece incapaz de vivir sin el mito, sin la creencia de que la rutina y el trabajo fatigoso, el dolor y el temor de esta vida tienen algún significado y un objetivo en el futuro. En seguida nacen nuevos mitos..., mitos políticos y económicos con promesas extravagantes de los mejores futuros en el mundo presente. Esos mitos proporcionan al individuo una cierta sensación de que existe un significado, al hacerle formar parte de un vasto esfuerzo social, en el que pierde parte de su propio vacío y soledad. Sin embargo, la misma violencia de estas religiones políticas revelan la ansiedad que ocultan, pues no son más que el acurrucamiento de los hombres para gritar y darse ánimos en la oscuridad.
Cuando creer en lo eterno resulta imposible, y sólo queda el pobre sustituto de creer en la creencia, los hombres buscan su felicidad en las alegrías temporales. Por mucho que traten de ocultarlo en las profundidades de sus mentes, son bien conscientes de que tales alegrías son inciertas y breves, y esto tiene dos resultados. Por un lado, existe la ansiedad de que uno pueda perderse algo, de modo que la mente se agita nerviosa y codiciosamente, revolotea de un placer a otro, sin encontrar reposo y satisfacción en ninguno. Por otro lado, la frustración de tener siempre que perseguir un bien futuro en un mañana que nunca llega, y en un mundo en el que todo debe desintegrarse, hace que los hombres adopten la actitud de «al fin y al cabo, ¿para qué sirve?» En consecuencia, nuestro tiempo es una era de frustración, ansiedad, agitación y adicción a los narcóticos. De alguna manera hemos de aferrarnos a lo que podamos mientras podamos, e ignorar el hecho de que todo es fútil y carente de sentido. A esta manera de narcotizarse la llamamos nuestro alto nivel de vida, una estimulación violenta y compleja de los sentidos, que nos hace progresivamente menos sensibles y, así, necesitados de una estimulación aún más violenta. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el tiempo más breve posible.
Para mantener este «nivel», la mayoría de nosotros estamos dispuestos a soportar maneras de vivir que consisten principalmente en el desempeño de trabajos aburridos, pero que nos procuran los medios para buscar alivio del tedio en intervalos de placer frenético y caro. Se supone que esos intervalos son la vida real, el verdadero objetivo que tiene el mal necesario del trabajo. O imaginamos que la justificación de ese trabajo es formar una familia para que siga haciendo lo mismo, a fin de poder crear otra familia.., y así ad infinitum.
La mayoría de nosotros creemos a fin de sentimos seguros, para que nuestras vidas individuales parezcan valiosas y llenas de sentido. La creencia se ha convertido así en un intento de aferrarse a la vida, de hacerse con ella y conservarla para uno mismo. Pero no es posible comprender la vida y sus misterios mientras uno trate de aferrarla. En efecto, no es posible aferrarla, de la misma manera que uno no puede llevarse un río en un cubo. Si tratamos de recoger agua corriente en un cubo, es evidente que no comprendemos el fenómeno del agua que corre y que siempre estaremos decepcionados, pues el agua no corre en el cubo. Para «tener» agua corriente uno debe dejarla correr libremente. Lo mismo es cierto de la vida y de Dios.
Nadie se pierde nada, ni encuentra nada relajante al haber llegado hasta acá, pero han saltado jubilosamente al vacío, solo se vuelve… al otro vacío, volviendo a entrar al vacio anterior...va ve
16 comentarios:
Según todas las apariencias externas, la vida es una chispa luminosa entre dos oscuridades eternas. Tampoco el intervalo entre esas dos noches es un día sin nubarrones, pues cuanto más capaces somos de experimentar placer, tanto más vulnerables somos al dolor y, ya sea en segundo término o en primer plano, el dolor siempre nos acompaña. Nos hemos convencido de que la existencia vale la pena por la creencia de que hay algo más que las apariencias externas, que vivimos para un futuro más allá de la vida presente, puesto que el aspecto exterior no parece tener sentido. Si vivir es acabar con dolor, falta de integridad y el regreso a la nada, parece una experiencia cruel y fútil para unos seres que han nacido con la capacidad de razonar, abrigar esperanzas, crear y amar. El hombre, ser juicioso, quiere que su vida tenga sentido, y le cuesta trabajo creer que lo tiene a menos que exista un orden eterno y una vida eterna tras la experiencia incierta y momentánea de la vida mortal.
cuanto más capaces somos de experimentar placer más vulnerables somos al dolor
Si vivir es acabar con dolor, falta de integridad y el regreso a la nada, parece una experiencia cruel y fútil para unos seres que han nacido con la capacidad de razonar, abrigar esperanzas, crear y amar.
el problema es lograr que el agua adopte una forma manejable
Cuanto estudiamos las soluciones que aplican a los problemas en política y economía
aumenta nuestra impresión de que esa gente está aplicando de un modo inútil su ingenio a la tarea imposible y fútil de empaquetar el agua de la vida.
la ciencia y la industria han aumentado el ritmo y la violencia de la vida
En los últimos cien años se han perdido numerosas tradiciones que estuvieron en vigor durante mucho tiempo: tradiciones de vida familiar y social, de gobierno, del orden económico y de creencias religiosas. A medida que transcurren los años, parece que cada vez hay menos rocas a las que podamos agarrarnos, menos cosas que podamos considerar como absolutamente correctas y ciertas, fijadas para siempre.
Los seres humanos parecen ser felices sólo mientras tengan un futuro a la vista, ya sea el bienestar de mañana mismo o una vida eterna más allá de la tumba. Por otro lado, el futuro de bienestar inmediato tiene la desventaja de que cuando llegue ese mañana, es difícil disfrutarlo plena mente sin alguna promesa de que habrá más. Si la felicidad siempre depende de algo que esperamos en el futuro, estamos persiguiendo una quimera que siempre nos esquiva
En realidad, nuestra época no es más insegura que cualquier otra. La pobreza, la enfermedad, la guerra, el cambio y la muerte no son nada nuevo. En los mejores tiempos, la «seguridad» nunca ha sido más que temporal y aparente, pero fue posible hacer que la inseguridad de la vida humana resultara soportable por la creencia en las cosas inmutables más allá del alcance de la calamidad.., en Dios, en el alma inmortal y en el gobierno del universo por unas leyes justas y eternas.
Por mucho que lo prolonguemos, todo lo que está compuesto debe descomponerse.
La decadencia de la creencia se ha producido por medio de la duda sincera, la reflexión meticulosa e intrépida de hombres muy inteligentes, científicos y filósofos. Impulsados por el fervor y la reverencia de los hechos, han tratado de ver, comprender y enfrentarse a la vida como es realmente, sin hacerse ilusiones. Sin embargo, a pesar de cuanto han hecho por mejorar las condiciones de vida, su representación del universo parece dejar al individuo sin una esperanza definitiva. El precio de sus milagros en este mundo ha sido la desaparición del otro mundo
Los resultados inmediatos de esta honestidad han sido profundamente inquietantes y deprimentes, pues el hombre parece incapaz de vivir sin el mito, sin la creencia de que la rutina y el trabajo fatigoso, el dolor y el temor de esta vida tienen algún significado y un objetivo en el futuro. En seguida nacen nuevos mitos..., mitos políticos y económicos con promesas extravagantes de los mejores futuros en el mundo presente. Esos mitos proporcionan al individuo una cierta sensación de que existe un significado, al hacerle formar parte de un vasto esfuerzo social, en el que pierde parte de su propio vacío y soledad. Sin embargo, la misma violencia de estas religiones políticas revelan la ansiedad que ocultan, pues no son más que el acurrucamiento de los hombres para gritar y darse ánimos en la oscuridad.
Cuando creer en lo eterno resulta imposible, y sólo queda el pobre sustituto de creer en la creencia, los hombres buscan su felicidad en las alegrías temporales. Por mucho que traten de ocultarlo en las profundidades de sus mentes, son bien conscientes de que tales alegrías son inciertas y breves, y esto tiene dos resultados. Por un lado, existe la ansiedad de que uno pueda perderse algo, de modo que la mente se agita nerviosa y codiciosamente, revolotea de un placer a otro, sin encontrar reposo y satisfacción en ninguno. Por otro lado, la frustración de tener siempre que perseguir un bien futuro en un mañana que nunca llega, y en un mundo en el que todo debe desintegrarse, hace que los hombres adopten la actitud de «al fin y al cabo, ¿para qué sirve?» En consecuencia, nuestro tiempo es una era de frustración, ansiedad, agitación y adicción a los narcóticos. De alguna manera hemos de aferrarnos a lo que podamos mientras podamos, e ignorar el hecho de que todo es fútil y carente de sentido. A esta manera de narcotizarse la llamamos nuestro alto nivel de vida, una estimulación violenta y compleja de los sentidos, que nos hace progresivamente menos sensibles y, así, necesitados de una estimulación aún más violenta. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el tiempo más breve posible.
Para mantener este «nivel», la mayoría de nosotros estamos dispuestos a soportar maneras de vivir que consisten principalmente en el desempeño de trabajos aburridos, pero que nos procuran los medios para buscar alivio del tedio en intervalos de placer frenético y caro. Se supone que esos intervalos son la vida real, el verdadero objetivo que tiene el mal necesario del trabajo. O imaginamos que la justificación de ese trabajo es formar una familia para que siga haciendo lo mismo, a fin de poder crear otra familia.., y así ad infinitum.
La mayoría de nosotros creemos a fin de sentimos seguros, para que nuestras vidas individuales parezcan valiosas y llenas de sentido. La creencia se ha convertido así en un intento de aferrarse a la vida, de hacerse con ella y conservarla para uno mismo. Pero no es posible comprender la vida y sus misterios mientras uno trate de aferrarla. En efecto, no es posible aferrarla, de la misma manera que uno no puede llevarse un río en un cubo. Si tratamos de recoger agua corriente en un cubo, es evidente que no comprendemos el fenómeno del agua que corre y que siempre estaremos decepcionados, pues el agua no corre en el cubo. Para «tener» agua corriente uno debe dejarla correr libremente. Lo mismo es cierto de la vida y de Dios.
No se meten goles todos los días
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