El motor de la heladera hacia mucho ruido, el perro estaba,
pero no movía la cola. Sentía una caricia de lija y eso lo desorientaba. El
abuelo no estaba se fue saludando como un capitán. Santiago estaba sentado en un banco de una
plaza, mientras veía volar a las palomas pensó: pudiendo mover algo
mínimo todo se pondría en marcha como el motor de la heladera.
Era lindo tomar mates con el abuelo cuando te veía medio
bajón te decía: El día tiene veinticuatro horas, ocho para trabajar, ocho para
dormir y ocho para divertirse, de nada sirve que solo hagas una cosa y después
compenses porque la compensación siempre es
tarde.
El abuelo siempre decía que a la vida había que
ocuparla por pasos, pero Santiago estaba tan inmóvil, tan falta de abuelo. Los domingos
cuando hacia asado cantaba una canción de Zitarrosa: “Crece desde el pie musiquita,
crece desde el pie, uno dos y tres derechita, crece desde el pie la fogata,
crece desde el pie lo mejores amores,
crece desde el pie el rumbo seguro… un poco de fe y los tambores pueden
florecer.”
Había pasado mucho
tiempo y Santiago aun inmóvil en la plaza, con la mirada perdida y sus más
allegados preocupados, sin saber que hacer pero el capitán, un domingo se fue
hasta la plaza tranquilo y supongo que silbando, vio a Santiago sentado, lo
reconoció por la campera, le grito pero ni vuelta se dio, el abuelo andaba con
ganas de orinar, entonces despacito se acercó, luego se desprendió el pantalón,
supongo que después saco su pene y meo toda la espalda de Santiago, dicen los
que lo vieron que de la campera emanaba el humo del pis caliente. Santiago pego
un salto y el abuelo grito: ¡Levántate cagón! ¡Que acá nació un argentino!
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